Muchos meses de expectativa pasaron pensando cómo terminaría siendo el recientemente inaugurado paseo Bolívar, y la #ciclorruta que allí habría.
Finalmente esta obra urbanística está terminada y parece increíble encontrar en Medellín una vía completamente peatonal tan amplia, donde da gusto transitar bajo el viaducto del metro incluso en medio de la multitud.
Me habría gustado que fuera más verde; ojalá los árboles que sembraron crezcan bastante, y luego se pueda pensar en sembrar más vegetación. Mientras tanto es bueno ver como sí hay buenas obras de transformación urbana.
La ciclorruta, sin embargo, es decepcionante. O mejor, tal vez después de verla parece que en realidad era innecesaria.
Entre Junín y Amador (calles 44 y 45 respectivamente), y luego entre las calles 46 y Colombia (50), permanece un carril vehícular para evacuar el tráfico de la zona comercial, y allí el carril bici está separado de la calzada por elementos de concreto más bien pequeños pero que parecen cumplir su labor de manera aceptable. Hasta aquí parece una ciclorruta normal, que hay que transitar despacio y con cuidado por el gran número de peatones.
La sorpresa está entre la calle Colombia y el Parque de Berrío, donde el paseo peatonal se extiende por completo a ambos lados del metro, y la ciclorruta se convierte en no más que tres líneas de pintura en el suelo.
Y no estoy tratando de argumentar que allí el carril bici debería estar separado físicamente, lo cual obviamente no sería adecuado. Lo que no entiendo es simplemente para qué tomarse el trabajo de pintarlo cuando claramente no es necesario.
Acaso lo que insinúan estas líneas es que los ciclistas deberían transitar únicamente entre ellas?
Al igual que la ciclorruta de ciudad del río, aquí parece que la idea era simplemente buscar la manera más fácil de agregar km a la meta que se puso la alcaldía actual de agregar 80 km a la red de carriles existentes, y que aun así no parece que vayan a cumplir.
Finalmente esta obra urbanística está terminada y parece increíble encontrar en Medellín una vía completamente peatonal tan amplia, donde da gusto transitar bajo el viaducto del metro incluso en medio de la multitud.
Me habría gustado que fuera más verde; ojalá los árboles que sembraron crezcan bastante, y luego se pueda pensar en sembrar más vegetación. Mientras tanto es bueno ver como sí hay buenas obras de transformación urbana.
La ciclorruta, sin embargo, es decepcionante. O mejor, tal vez después de verla parece que en realidad era innecesaria.
Entre Junín y Amador (calles 44 y 45 respectivamente), y luego entre las calles 46 y Colombia (50), permanece un carril vehícular para evacuar el tráfico de la zona comercial, y allí el carril bici está separado de la calzada por elementos de concreto más bien pequeños pero que parecen cumplir su labor de manera aceptable. Hasta aquí parece una ciclorruta normal, que hay que transitar despacio y con cuidado por el gran número de peatones.
La sorpresa está entre la calle Colombia y el Parque de Berrío, donde el paseo peatonal se extiende por completo a ambos lados del metro, y la ciclorruta se convierte en no más que tres líneas de pintura en el suelo.
Días después de tomar esta foto me di cuenta de la curiosa señal de tránsito que se ve a la derecha y que pareciera indicar que el ciclista debería ir caminando con la bici al lado.
Acaso lo que insinúan estas líneas es que los ciclistas deberían transitar únicamente entre ellas?
Al igual que la ciclorruta de ciudad del río, aquí parece que la idea era simplemente buscar la manera más fácil de agregar km a la meta que se puso la alcaldía actual de agregar 80 km a la red de carriles existentes, y que aun así no parece que vayan a cumplir.